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Visitar Cuba – Cómo empezó todo

Personalmente, no era un destino de mi lista. No era un lugar que tuviera ni siquiera en mi top 50 de lugares que debo ver antes de morir, pero cuando empezamos a debatir esta vuelta al mundo, Eric había expresado que quería volver a Cuba, un destino que había visitado en una vida anterior (es decir, antes de mi época).

Tenía mis aprensiones y preocupaciones. Este es un país que no está y quizás nunca ha estado en un buen lugar. Ciertamente, los 20 años que pasé viviendo en Estados Unidos no contribuyeron a dibujar una imagen alegre de Cuba, al menos no de sus dirigentes. Se trazaron líneas. Pero no puedo decir que recuerde mucho de lo que aprendí sobre Cuba en la escuela, aparte del fiasco de Bahía de Cochinos. Ah, y por supuesto, el comunismo es malo.

Así que antes de hacer este viaje, necesitaba informarme un poco más. Por falta de tiempo, preferí los documentales a los libros largos. He visto tres. Una de ellas, Cuba Libre, resultó no estar disponible en Netflix si te encuentras en Estados Unidos (interesante). Hice ese descubrimiento cuando accidentalmente me fui en mi VPN a Nueva York. Pero me pregunté por qué no iba a estar disponible para que lo vieran los estadounidenses.

Investigación previa al viaje

La serie, creo que producida por Arte (una versión franco-alemana de la estadounidense PBS), recorre la historia política de Cuba, desde los revolucionarios hasta los dictadores, a través de una serie de entrevistas con exiliados políticos e historiadores que tejen la historia de esta nación insular. Me abrió los ojos. Los entrevistados hablaban inglés, francés, alemán y ruso. No fue glorificador y no creo que nadie saliera como «correcto». Por fin empecé a comprender la fascinación por el Che Guevara y el papel que desempeñó en la Revolución Cubana. Pero ver sólo una cosa sesga tu perspectiva, así que seguí indagando y esta vez vi una serie en español que era más un documental de viajes que destacaba la belleza de la isla. Nota al margen: es útil ser capaz de entender varios idiomas para no depender únicamente de los subtítulos (otra razón para aprender idiomas). La última serie que vi la hizo un periodista estadounidense de Nueva York que llevaba más de 20 años viajando de ida y vuelta entre Estados Unidos y Cuba. Había tenido una «relación» un tanto privilegiada con Fidel Castro. Vimos cómo se desarrollaban las vidas de varios personajes, cubanos reales, a lo largo de esos más de 20 años, y fue muy revelador. Desde el «buscavidas», pasando por los campesinos, hasta una niña con grandes sueños, éstas eran las vidas de los cubanos de a pie junto a los elevados sueños de su cammandante.

Buenos consejos

Mi último recurso fue hablar directamente con un cubano. Había escuchado a Julio César en un programa de radio en Sevilla y sus palabras me habían conmovido. Hablaba de la idea que los turistas tienen de Cuba. Una que les hace ver la imagen rosada de las aguas del Caribe, mojitos interminables, música y baile. Cuba es todo eso, pero también está rota y su gente sufre a diario. Un lugar donde cualquier oposición era reprimida y sancionada. No tenía intención de ir allí como una especie de voyeur y quería estar informada y ser respetuosa, así que me puse en contacto con él y le pregunté si no le importaría reunirse conmigo. Me sentí muy agradecido (y un poco nervioso) cuando él y su mujer aceptaron.

¿Pero qué pasó? Bueno, mis preguntas fueron respondidas, pero se creó más angustia, sin embargo, el viaje ya estaba planeado, así que tuve que aguantarme e ir – ya veremos cómo va.

¿De qué tenía miedo? Sigo dándole vueltas a esa pregunta. Creo que fue la falta de libertad personal o que detrás de las sonrisas se escondía más dolor del que muchos podemos imaginar. La sensación de que la gente no puede disfrutar de un placer que tantos de nosotros hacemos todos los días: quejarse y hacerlo abiertamente. Tampoco quería ser el turista ignorante que bebe a sorbos bebidas caras mientras la gente a mi alrededor tiene que luchar para tener siquiera algo más que un trozo de pan. He estado en otros países donde la gente era menos afortunada o directamente pobre. A menudo las disparidades en la población eran tan drásticas que me preguntaba cómo la gente pasaba de largo como si no pasara nada. Pero había algo diferente en ESTE viaje. Y yo no podía poner mi dedo en la llaga.

Una cosa que sí decidimos hacer (quizá para tranquilizar mi conciencia) fue preparar una maleta extra llena de lápices de colores, productos de higiene femenina, medicinas y muchos otros suministros para adultos y niños. Al crecer en Nueva York, recuerdo lo caro que resultaba ocuparse de algo de lo que las jóvenes y las mujeres de todo el mundo tienen que ocuparse mensualmente. Si para mí había sido una lucha permitirme productos de higiene femenina (sobre todo porque me daba demasiada vergüenza explicárselo a mi padre), no podía imaginarme cómo podría sobrellevarlo alguien que tuviera que alimentarse a sí mismo y/o a su familia. Sabía que lo que aportara nunca sería suficiente, pero algo era algo.

También nos llevamos unos cuantos tentempiés para los largos viajes en coche que íbamos a hacer, ya que nos habían dicho que no iba a ser fácil encontrar comida para picar en la autopista.

Estábamos tan armados como íbamos a estarlo. En retrospectiva, desearía haber hecho aún más. No quería provocar una revuelta repartiendo cosas al azar por la calle o insultando a la gente que podía sentirse como si yo me considerara una especie de salvador, pero se necesitaba mucho más de lo que habíamos proporcionado. Me acuerdo de un comentario que leí en un grupo de viajes a Cuba en Facebook en el que un tipo decía que estaba tirando bolsas de caramelos a los niños en la calle. No fui el único que se escandalizó por ese comentario. ¿Quiénes nos creemos que somos a veces? Al final quedamos con Francis, el hermano de Julio César, y su mujer, que trabaja en una residencia de ancianos, para entregarles la maleta. Creía que estarían mejor informados y conectados para garantizar que el contenido llegara a las personas que lo necesitaban. Pero cuando hay tantos necesitados…

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